DE DUENDES Y GIGANTES
Updated: May 5, 2021
No quiero levantarme,
NO PUEDO.
Porque cada vez que lo hago,
recuerdo cómo Pedrito, el hijo del carnicero,
me empujaba a un charco mugriento,
o los ojos de asco con los que Angel, el de tercero A,
me llamaba monstruo soñoliento.
Recuerdo pensar que con ángeles así…
¿Quién necesitaba un infierno?
Me cosí las heridas del corazón
con puntos (y finales).
Heridas hechas por duendes
que no querían crecer.
Heridas, que con el paso del tiempo se
se convirtieron en cicatrices.
Cicatrices que maquillé de tono ingenuo,
para que dejaran de escocer.
Hasta que llegó ella…
Con ella y aprendí que los gigantes también hieren,
especialmente aquellos que se esconden en un despacho
tras una gran mesa y una autoestima pequeña.
Llegó ella,
Que me cortó las alas para impedirme despegar,
haciéndome sentir vértigo de no estar a la altura.
Llegó ella,
Una Úrsula que me robó la voz
convirtiéndome en sirenita.
Que me cantaba ‘no puedos’,
que me volvió muda.
Incomprendida.
Pero Llegue yo,
Que aprendí,
que el bullying no es solo cosa de duendes
sino también de gigantes que se sienten pequeños.
Aún me persiguen los ecos de sus voces,
las de los duendes y la del gigante.
Aún duele,
pero cogí mis pinturas
y me maquillé la cara en vez de las heridas.
Me puse rímel en las pestañas para tener los ojos más abiertos
Y carmín en los labios para gritar más alto.
Ahora canto.
Ahora veo.
Ahora me levanto.
Porque ahora,
puedo.
